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lunes, 9 de junio de 2008

que camino debemos seguir?

"Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienespalabras de vida eterna" (Juan 6:68). El camino angosto acarreaba a un lugar ocultado en Canton,China. Cuando Fergus Bordewich entró en aquella pasjeestrecha de peatones él encontró la dirección cierto.Ascendiendo dos tramos de gradas, entró en una salaarreglada con bancos hechos a la mano. Habían anaqueleríacon pilas de Biblias e himnarios. reunidos allí, más deveinte estudiantes, hombres de negocios y mujeres de edadestaban arrodillados en el suelo. sus voces llenaban la salade una suave alabanza a Dios. Era la iglesia subterráneachina. Todos allí sabían que la reunión era ilegal. Lapolicía podería llegar a cualquier momento para unainspección y llevar prendido el su pastor Lin Xiangao.Algunos años antes, Xiangao había sido preso y ordenado quenegase a Cristo. Él recusó, diciendo: "Todavía que yo tengami pena prolongada Cristo." ¿Que otro camino podríamos seguir sino el del SalvadorJesucristo? ¿Donde encontraríamos paz, confort, seguridad ycariño cómo hemos encontrado en la presencia del Señor?¿Quien podría llenar nuestro corazón de júbilo, mismo en lashoras difíciles, bajo tempestades espirituales y crisismateriales? ¿Que otro camino nos llevaría a la vida eternaen la gloria celestial? Cuando yo era aún bien joven yo tenía encono del mundo y detodas las personas que en él habitaban. A los 21 años me vifaz la faz con mi Señor. Él me recibió de brazos abertos, medio la vida que hasta entonces no había probado. Encontréallí el camino de mi felicidad y jamás aceptaría alterar elrumbo de mis pasos. A los 37 años yo perdí mi visión y a los 40 mi esposaquerida. ¿Que habría sido de mí si no tuviese a Cristo en elcorazón? No, yo no sería nada sin el Señor y Él ha sido todopara mí. Tanto en las iglesias subterráneas como en las iglesiaslibres, los verdaderos cristianos tienen inmensasatisfacción de adorar al Señor. No hay nada que les hagadesandar. Saben que no existe otro camino para larealización de sus sueños ni para la eternidad. Entregué toda mi vida al Señor. Ha sido la mejor decisióntomada por mí en mis 55 años. Estoy feliz... y esa alegríame acompañará para siempre al lado de Dios mío.

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